martes, 24 de noviembre de 2015

Recuerdos del Ballet(en el viejo SODRE) "Los Rusos"

“RECUERDOS DEL BALLET” –“LOS RUSOS” 
         Esta historia sucedió en Montevideo, hace muchos años, cuando éramos unos jóvenes estudiantes de ballet. Yo estaba tratando de aprender ese difícil arte y recién había comenzado mis clases en un instituto que no quiero ni recordar. Allá por el mes de julio llegó la gran noticia de que venían “los rusos”. En realidad eran algunas primeras figuras del Ballet Soviético del teatro  “Bolshoi” de Moscú que en el mes de agosto (miércoles 28 y jueves 29), estarían en el viejo Auditorio del SODRE. Sí, en Mercedes y Andes, donde recién en el pasado año se reinauguró la nueva sala luego de 38 años del incendio de 1971. Nosotros, los fanáticos, ya conocíamos a algunas de las figuras que nos visitarían por los ciclos de cine “La cabalgata del Ballet” que se llevaban a cabo asiduamente en el cine “Renacimiento”. Éste, estaba en la esquina de Soriano y Cuareim  y era una hermosa sala con adornos “renacentistas” en la decoración de sus palcos y paredes. A veces, como era “continuado”, nos quedábamos a ver dos o tres veces la función.-
         Todo esto ocasionó un revuelo en “la academia” (así llamábamos al estudio donde acudíamos) y se trataba ahora de averiguar los precios y la forma de hacerse con entradas. Los precios eran accesibles, ya que lo más barato (la parte más alta de Galería Alta o sea filas 6 y 7) costaban en “abono” de dos funciones, creo que $ 10 de entonces (unos  $ 200 de ahora, más o menos). Se podía pagar esa suma de dinero y si no, se harían los mayores sacrificios para  ver a la gran Raissa Struchkova con su esposo Alexander Lapauri y sus acompañantes Marina Kondratieva, Tamara Varlamova, Boris Jojlov, Gleb Evdokimov y Guerman Sitnikov en famosos sólos, dúos y escenas de reconocidos ballets.-
         Por ese entonces se había implantado (no recuerdo si en forma oficial o extra oficial), un sistema basado en vigilias de “cola”. Explico, desde la noche anterior se comenzaba  a distribuir números que se daban para sacar luego, a las 10 de  la mañana siguiente dos entradas en la boletería del teatro. Y éste era el sacrificio más grande, pasar la noche en vela para lograr tener en la mano el codiciado boleto de entrada.-
         De esto hablamos en la academia y los sufridos varones de entonces quedamos en que otro compañero que llamaremos X. y yo haríamos la primera cola y nos remplazarían dos chicas (Y. y Z.) a las 8 de la mañana.-
         Recuerdo bien que salí a eso de las tres y media de la madrugada de una noche helada de agosto y en Luis A. de Herrera (por entonces “Larrañaga”) y Burgues, pude subirme a un ómnibus de CUTCSA nº 154 y con menos problemas de los esperados logré mi número en el SODRE. Mi compañero X. ya estaba allí, pues vivía en Libertador (entonces Agraciada) y Nueva York y pudo llegar caminando. Así fue que nos sentamos a esperar en las escalinatas interiores del hall de teatro y cada media hora teníamos que cantar “presente” cuando el líder de los “coleros” (nada menos que el inolvidable actor Beto Sobrino), envuelto en una manta escocesa gris, nos “pasaba lista”. Luego de las 7 de la mañana fueron llegando las compañeras. X. y yo nos quedamos un rato más, les dejamos los números con el dinero a las chicas y nos fuimos a nuestras ocupaciones. A la noche nos juntamos en la academia y cada uno recibió su entrada para ver por fin a los “rusos”, como los llamábamos nosotros ya que nos importaba poco eso de  “Ballet Soviético”, eran los “rusos” y basta. Generalmente, luego de la clase que tomábamos en la academia (calle Buenos Aires y Alzáibar), nos íbamos caminando a dejar a las chicas en sus casas. La última, siempre era Z. que vivía en Cerro Largo y Magallanes. Pero esta vez decidimos no cansarnos y yo acompañé a Z. en un ómnibus  nº 105, para luego caminar por Minas hasta su casa. Todo parecía ir sobre ruedas, como el bus que abordamos, pero lo peor estaba por llegar.-
         Íbamos caminando por la acera frente a la plaza de los bomberos cuando Z. soltó un alarido espeluznante que se debe haber oído tres cuadras a la redonda: “¡El monedero, las entradas, los rusos, mis 5 pesos!”. Esto último era una alusión a su único capital equivalente a $ 100 de ahora. Como diría Alberto Olmedo: “Éramos tan pobres”. La tragedia cayó sobre Z. sin previo aviso ya que había dejado el monedero con la preciada entrada en el 105. Yo no tuve peor idea que sacar a luz toda mi moralina de clase media de mitad de S. XX diciéndole: “Pará de llorar que la gente va a pensar que dimos un mal paso”. Por suerte no me escuchó, y yo reconozco que estuve poco feliz. Por un instante temí que se tiraría bajo el primer rodado que pasara, pero no fue así. Salió disparando hacia 18 de julio mientras aullaba: “¡Los rusos, los rusos”! Y yo corriendo detrás, temiendo lo peor.  Se instaló en la parada y sin oír razones saltó dentro del primer 105 con letrero “Aduana” y se tiró bajo el asiento similar al que habíamos venido en el otro bus siempre gritando por los rusos. Todavía no se como el guarda no nos bajó a patadas. Por suerte el ómnibus llegaba casi vacío por esas horas (serían las 22.30 más o menos de esa noche de invierno).  Como pude le conté al guarda lo que había pasado y él le dijo que el ómnibus muestro ni siquiera había llegado a su destino, que fuera a CUTCSA al otro día en la mañana a preguntar por su monedero, pero que él creía que no lo recuperaría jamás. Sólo así logramos calmarla para que se bajara y reemprendiera el camino a su casa. Fueron cinco cuadras de gritos, llantos, berrinches y alaridos ininterrumpidos. Cuando su mamá (una señora adorable) nos abrió la puerta, casi se infarta con el espectáculo de su hija mucho más allá del borde de un simple ataque de nervios. La calmó como pudo y yo por fin pude ir a descansar a mi casa.-
         No recuerdo cuántos días antes del estreno sucedió esto, pero para esa fecha de miércoles 28,  el problema se había solucionado, ó al menos enmendado.-  
         Nuestra tenaz amiga Z. recurrió a un funcionario del SODRE, conocido de su  padrastro. El sufrido servidor público,  luego de soportar una sesión de llantos, ruegos y amenazas de suicidio, le  consiguió en forma gratuita otra ubicación, más arriba que la que tenía antes. Así fue que por fin ella también podría ver a los rusos tranquilamente y todos estábamos felices y contentos.-
         Se apagaron las luces de sala, la orquesta del SODRE comenzó a ejecutar los primeros compases del dúo de “Giselle” de Adam y el codiciado asiento estaba vacío. Z. no perdía las esperanzas de recuperarlo y sentarse con nosotros en el orden que había marcado la venta de las entradas: primero yo, luego Y., después el asiento de Z. y al final nuestro compañero X. Pero, de repente nos iluminó la linterna del acomodador y una señorita un poco mayor que nosotros, muy bien vestida y maquillada, deja propina y se sienta en el codiciado asiento. “¡Ladrona!” gritó Z. desde la fila de arriba, “¡Devolveme el monedero y los cinco pesos y vení vos a sentarte aquí arriba, sinvergüenza!”. La mujer quedó atónita. Nuestra compañera Y. y yo quisimos que el asiento se abriera y nos tragara, pero X. tomó partido por el orgullo herido de Z. y como tenía a la “usurpadora” vecina a él, comenzó a increparla haciendo hincapié en la palabra “chorrita”. El público se incomodó, el acomodador  sentenció que si no  hacían silencio los iba a sacar de la sala y se calmaron momentáneamente.-



          Pero llegó el entreacto y la poseedora del boleto fue acorralada contra una pared del Hall de la Galería Alta, al tiempo que la bombardeaban X. y Z. con una cantinela de insultos similares o peores que los anteriores. La joven explicó que había comprado la entrada al cadete de la empresa donde trabajaba, pero fue inútil. “¡Qué vas a trabajar vos, atorranta, chorra de cuarta!”, le gritaba X. “¡Devolveme los cinco pesos y el monedero, ladrona!” insistía Z.-
         La cosa no se calmó en toda la noche ya que X., en los momentos de silencio y concentración del espectáculo aprovechaba para susurrar al oído de su compañera de asiento haciendo durar las erres y a la a final: “chorrritaaa”-
         Terminó la primera función y el escandalete siguió mientras bajábamos las escaleras y en la puerta, ya que la mujer fue despedida por mis amigos a los gritos de “¡Se va la chorra, no vuelvas más ladrona infeliz!”, etc.etc.-
         Pero volvió a la otra noche para ver el segundo espectáculo y fue todo como un calco de la primera función: “¡viniste nomás, chorrita”, “devolveme mis cinco pesos, ladrona!” y otros reproches de diversa  índole ejecutados en el mismo tono de furor desencadenado de la vez anterior.-
         Yo, luego de medio siglo no se cómo puedo recordar a los bailarines soviéticos tan bien a pesar de todo lo que estaba sucediendo a mi lado. Recuerdo la “Giselle”, las danzas de “Gaiané” de Kachaturian, la “Bacanal” (“Noche de Walpurgis”) de la ópera “Fausto” de Gounod con los saltos electrizantes de un pequeño bailarín excepcional, el dúo de “Aguas Primaverales” de Glazunov con sus “portées”  (léase “trucos”), acrobáticos que cortaban la respiración de sólo verlos y sobre todo la “Muerte del Cisne” de Struchkova, que tropezó y tuvo que reanudar su danza como si la mala onda de mis compañeros hubiera aterrizado momentáneamente en el escenario. Pero, luego bailó de maravillas y fue ovacionada como se merecía una primera estrella del Ballet Soviético del Bolshoi de Moscú. Nunca supe si mis dos amigos disfrutaron de los dos programas de excepción que habíamos conseguido ver o se quedaron en la película de su pelea con la mujer de la entrada perdida. La verdad es que nunca se lo pregunté a ellos.-
         Yo dejé la academia a fines de ese año. En esa misma Galería Alta a fines de marzo del año siguiente en un espectáculo del “Ballet Nacional Chileno”, conocí a Julia Gadé que me alentó a seguir estudiando danza y me quedé con  ella para no separarnos jamás. Nos casamos algunos años más tarde. Comenzamos nuestra carrera como “Dúo de Danza Contemporánea Julia Gadé – José Claudio”, después fundamos el “Grupo Teatro-Danza de Montevideo”, filmamos tres películas en 16 mm., trabajamos en video arte, etc., y todavía damos clases de danza y dirigimos el “Comité Uruguayo de la Danza”. Y. y Z., actuaron como bailarinas del SODRE hasta su retiro. Con respecto a X. me enteré que se fue a Estados Unidos algunos años después, y no supe más nada de su vida. Pero es increíble como recuerdo esos momentos pasados en el Estudio Auditorio y sobre todo, la vocecita chillona y perversa de X. cuando torturando a la poseedora del “boleto de la discordia” por dos noches consecutivas,  le murmuraba su ya clásico : “Chorrritaaa”…

Claudio Sanguinetti (José Claudio), julio 7 de 2010.-


Raisa Struchkova

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